Los prebióticos son elementos que los seres humanos no somos capaces de digerir y que permanecen en nosotros, sirviendo de alojamiento o abono para microorganismos beneficiosos. No conviene confundirlos con los probióticos que son precisamente esos organismos vivos.
Dicho de otra manera: cada ser humano es un universo para millones de microorganismos, en su mayoría bacterias que nos ayudan de múltiples maneras: digiriendo los alimentos, cooperando con nuestro sistema inmune, optimizando los nutrientes que ingerimos, saciándonos e incluso se está estudiando como pueden influir en nuestro comportamiento y estar relacionados con enfermedades como el alzhéimer o la depresión.
Los prebióticos contribuyen para:
- Aumento de las bifidobacterias en el colon.
- Aumento de la absorción de calcio, hierro, fósforo y magnesio.
- Aumento del volumen de las heces y de la frecuencia de las evacuaciones.
- Disminución de la duración del tránsito intestinal.
- Regulación del azúcar en la sangre.
- Aumento de la saciedad.
- Disminución del riesgo a desarrollar cáncer de colon y de recto.
- Reducción de los niveles de colesterol y triglicéridos en la sangre.